domingo, 13 de mayo de 2018

H EL VUELO DEL JOROBADO III

                                            ...
—¿Cree usted en Dios? —le preguntó Alice Gould con voz neutra.
El respondió enfadado:
—¿Quién, si no, ha podido crear de la nada nueve universos? ¡Yo creo en El nueve veces más
que los simples creyentes!
—Discúlpeme —dijo Alicia con voz suave—. Me están llamando.
No era verdad. Nadie la llamaba. Pero estaba inquieta y poseída de un íntimo desasosiego.
Extrajo un cigarrillo que le temblaba en los dedos. Se acercó a la enfermera para pedirle fuego.
Por decir algo, por puro afán de cortesía, por congraciarse con ella, comentó:
—Quiero felicitarla. Ha estado usted admirable con ese "nuevo". La mujer la miró duramente a
los ojos. Habló con lentitud:
—¿Y qué autoridad tiene usted —le dijo— para saber si lo he hecho
bien o no?
—Perdón —respondió Alicia humildemente—. Sólo quise decirle algo agradable.
Sintió de pronto una congoja irreprimible, y rompió a llorar. Se llevó las manos a la cara. ¡No
quería dar el espectáculo de Luis Ortiz, salpicando lágrimas a diestro y siniestro, sin pudor
alguno! Mas no pudo acallar su angustia ni evitar que su cuerpo fuese sacudido por el llanto y
por el esfuerzo mismo de evitarlo.
"¡Que Dios borre este domingo de mi memoria!", pensó. Procuró sobreponerse. La enfermera la
contemplaba como dudando si había llegado la hora de echarla al "Saco" a ella también. Alicia lo
entendió así y, por evitarlo, salió al exterior, a que le diera el aire y la lluvia le mojase la cara. Así
podría llorar a gusto y nadie notaría sus lágrimas. Apenas cruzó la puerta de cristales vio al
"Hortelano" correr hacia ella. Cosme la agarró fuertemente por los codos.
—¿Qué has hecho, mujer? ¡Has matau al jorobau!
Alicia se dobló como ropa puesta a secar que se desprende de la cuerda, arrugóse sobre sí
misma y cayó al suelo privada de sentido.
                                                   ...

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