miércoles, 9 de mayo de 2018

E - LOS TESTS


"¡ALMENARA A CONSULTA!", fue la primera voz que oyó tras el desayuno del segundo día.
Sintió un gran alivio por la oportunidad que le brindaban de volver a cruzar "la frontera", y,
apenas lo hubo hecho, exclamó:
—Celebro encontrar a la bella aduanera en la puerta. Rió Montserrat, agradeciendo el cumplido.
Y le dijo:
—He sido encargada por el doctor Arellano de hacerle a usted los tests.
—¡Va usted a aprender demasiadas cosas malas de mí! ¿En qué consisten?
—Test de inteligencia, de conocimientos, y de aptitudes; uno suplementario, en el que el doctor
tiene especial interés: el test de personalidad, y unas pruebas elementales para confirmar que
carece usted de trastornos psicomotores y de lenguaje, o desorientación alopsíquica.
—¿Y todo este instrumental necesita usted para mí? En efecto: el despacho de Montserrat
estaba abarrotado de cuestionarios, grabados, dibujos y hasta juguetes.
—La mayor parte de todo este arsenal es inútil para un caso como el suyo... pero...
—"¡Para un caso como el mío!"... ¿Cuál cree usted que es mi caso, Montserrat?
—Eso lo dirán los médicos. Yo no soy más que una simple amanuense. Quiero decir que aunque
muchas de estas pruebas no tienen conexión alguna con sus aptitudes y su personalidad, le
interesará saber para qué sirven... y hasta haremos una pequeña picardía... que es examinar al
paciente por el que tenga usted mayor interés, caso de que eso le entretenga.
—¿De verdad podremos hacer eso?
—Hablaremos de ello cuando llegue el caso. Comencemos: dígame usted su apellido.
—Gould.
—Repita usted: ocho y tres.
—Ocho y tres.
—¿Qué ve usted en este grabado?
—Una vaca que pace en el prado y un hombre que se acerca a ella con un cubo en la mano,
supongo que para ordeñarla, pues tiene las ubres llenas. Hay una colina lejana, dos nubes y tres
pájaros volando.
—Repítame usted esta frase: "Mamá llega a casa".
—Mamá llega a casa.
—Bien, ahora señale usted primero su nariz, y después una rodilla. Alice Gould hizo lo que le
indicaban.
—Bien, Alicia —rió Montserrat—, acabamos de hacer un gran descubrimiento: ¡Su edad mental
es superior a los tres años!
—¿Hay alguien en el sanatorio —preguntó Alicia, sorprendida— que no hubiese sabido contestar
a esto?
—Muchos, querida, muchos. ¿Tiene usted interés en que hagamos la experiencia con alguno?
—Con "el Hombre de Cera".
—Imposible: no habla... y no se mueve: su cociente intelectual es nulo.
—Con los gemelos Remo y Rómulo.
—Bien. Voy a llamarlos. Rómulo pasará la prueba, pues tiene seis años mentales. Remo no la
pasará. Su edad quedó congelada a los tres. Su coeficiente mental es muy bajo. ¿Los llamo?
—No, Montserrat. Me daría demasiada pena comprobarlo. Siga usted.
—Daré un pequeño salto: ¿puede usted decirme tres palabras que rimen entre sí?
—Jamón, pasión, león.
—¿Podría usted repetirme lo mismo, con rimas algo más difíciles?
—Agua, enagua, Managua...
—¿Más difíciles?
—Demonio, Antonio, plutonio.

—Mire usted esta frase: "Pescar muelle va a Romualdo al obladas". ¿Podría usted reconstruirla
correctamente?
—Supongo que podría decirse: "Romualdo va al muelle a pescar obladas".
—¿Qué significa "abstruso"?
—Difícil, complicado, oscuro.
—¿Inefable?
—Lo que es tan "abstruso" (por repetir la palabra de antes) que no existen palabras para
definirlo: es una mezcla de "indecible e inexplicable".
—Dígame usted el alfabeto al revés.
Alicia cerró los ojos. Comentó que aquello era menos sencillo de lo que parecía, e intentó la
prueba.
—Z, y, x, w, v, t, s, r, q, p...
—¡Vale, vale, no hace falta que siga! Le confesaré, Alicia, que no estoy siguiendo un orden
riguroso de los tests tradicionales; e, incluso, en el ejercicio que vamos a empezar ahora,
introduciré preguntas por mi cuenta. Se trata de que automáticamente y sin meditarlo, diga usted
una palabra sugerida por otra que previamente le haya dicho yo. Por ejemplo: ¿Signo de
interrogación?
—Cisne —respondió Alice Gould.
—¿Ferrocarril?
—Paisajes nuevos. Pero, Montserrat... ¿cree usted realmente que esto sirve para algo?
—Le contestaré con otros ejemplos. A la palabra interrogación, una internada contestó: "Sexo de
hombre en reposo". Es evidente que esta mujer tenía una obsesión sexual, que después se
confirma con otras respuestas de la misma persona; pero también un sentido plástico, pues
atendió a "la forma" del signo de interrogación más que a su interpretación de duda, pregunta o
cuestión. El intérprete de ese texto habrá anotado, por tanto, respecto a aquélla: "Obsesión
sexual y sentido plástico". Y de usted: "Sentido plástico y estético", puesto que también ha sido
inspirada por la forma, pero la ha aplicado a un animal bello y armonioso. Contésteme a esto:
"Cisne".
—Nieve —respondió Alice Gould.
—En usted se confirma el sentido plástico, pues es la extraordinaria blancura del color del animal
la que le sugiere otro elemento igualmente blanco. Pero a esta misma pregunta un residente
respondió: "Agonía": lo cual sugiere, en primer lugar, que no era un ser inculto, pues conocía
aquello del "canto del cisne" que precede a su muerte, y, en segundo término, "vivencias
catastróficas, pesimismo, destrucción".
—Empiezo a entender... —murmuró Alice Gould.
—Pero insisto que esta impresión ha de ser confirmada por la misma constante en otras
respuestas. Y que, en definitiva, estos tests no sirven como auténticos diagnósticos, sino como
elementos coadyuvantes para elaborarlos, o como confirmación de que han sido bien hechos.
Sigamos:
—¿Sol?
—Vida.
—¿Sombra?
—Muerte.
—¿Muerte?
—Luz.
—¿Coito?
—Maternidad.
—¿Caballo?
—Lealtad.
—¿Hombre?

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